Es parte de la vivencia del ser humano experimentar emociones y tener que lidiar con ellas. Somos una especie con realidad corpórea y mental, pero también emocional. Experimentamos emociones que nos agradan, algunas más o menos neutrales, y otras que definitivamente nos causan rechazo: la ira, el miedo, los celos, la frustración, la angustia… por mencionar algunas. ¿Cómo controlar dichas emociones? A continuación te dejo claves que aprendí como practicante de meditación budista y en mis años de trayectoria como coach.
Primero que nada, ¿qué es una emoción?
Si buscamos en el diccionario se habla de una alteración más o menos intensa de nuestro estado de ánimo. Algo que súbitamente irrumpe en nuestra estabilidad. Se habla también del correlato físico (somático) de las emociones, es decir: su impacto en el cuerpo.
Sin embargo en estas definiciones poco se habla de las emociones a nivel mental. De hecho, en los textos budistas no se menciona la palabra emoción. ¿Por qué? Porque justamente desde la mirada del budismo, una emoción sólo difiere en grado de cualquier otro proceso psicofísico. Según su mirada, la mente y el cuerpo están intrínsecamente ligados: lo que ocurre con uno impacta en el otro y viceversa. Esto quiere decir que todos nuestros pensamientos tienen un impacto en el cuerpo, aunque no lo sintamos, usualmente porque su intensidad es baja respecto a nuestra capacidad de registro o atención.
De esta óptica budista, las emociones no son más que procesos mentales intensos con sensaciones físicas equivalentes.
Los disparadores de la emoción
Estamos acostumbrados a pensar en los estímulos externos de una emoción: alguien se comporta de un modo específico, o dice algo particular, o no hace algo que debiera. Para la programación neurolingüística (PNL) las emociones son gatilladas por algún estímulo sensorial externo (algo que vemos, olemos, saboreamos, sentimos o escuchamos) pero también (y sobre todo) por estímulos internos (una imágen mental, algo que nos decimos a nosotros mismos, un recuerdo o un contenido imaginado).
En este punto la PNL y el budismo se encuentran porque hacen énfasis en las causas internas de la emoción, y brindan herramientas para trabajar sobre esas causas dentro de nosotros mismos.
Clave 1: la atención
Si bien no podemos garantizar que ningún estímulo externo actuará como disparador de una emoción negativa en nosotros, sí tenemos el control sobre si hacer crecer la emoción o quitarle atención para que vaya desapareciendo. En la medida en que surge la emoción, esta suele tomarnos por completo: nos identificamos con ese flujo de pensamientos y sensaciones, y se crea un efecto «bola de nieve» donde la reacción emocional es cada vez mayor.
Aquí es donde entra en juego la atención. Para los budistas, el cultivo de la atención es la herramienta que actúa como un salvavidas en el momento en que más lo necesitamos. Al estar siendo arrastrados por una emoción, un instante de atención nos ayuda romper el ciclo y recuperar nuestra capacidad de decisión.
Clave 2: la des-identificación
En ese instante de claridad podemos optar por des-identificarnos de la emoción, es decir, a volver a una posición de observador de nuestros propios pensamientos y sensaciones, por más desagradables que sean. Si permanecemos allí, con esa postura de observadores, la carga emocional va diluyéndose poco a poco.
¿Por qué? Porque si el estímulo es interno, dejamos de reproducirlo. Abandonamos esa forma de diálogo interno, o esa recreación de imágenes y películas internas. Y si el estímulo es externo (algo que estamos viendo, oyendo o un contacto físico), esta mirada de observadores provoca una disminución en la reacción que nos habilita para tomar una acción consciente, clara y orientada a la resolución de la situación.
Clave 3: la ecuanimidad
El término hace alusión a una forma de mirar que es objetiva, imparcial. Según esta cultura milenaria, el entrenamiento de la ecuanimidad es la forma en la cual ejercitamos el «músculo de la estabilidad mental» y evitamos vernos subyugados por la potencia de nuestras emociones.
¿Cómo entrenar la ecuanimidad? Dedicando unos minutos al día a diversas prácticas de mindfulness como la observación de la respiración, de los pensamientos y de las sensaciones, con la intención de no tomar partido ni juzgar lo que ocurra como bueno o malo. En ese cultivo diario de una mirada imparcial, crece nuestra ecuanimidad y viene al rescate cuando más la necesitamos.
Clave 4: cambio de representación interna
Aquí el budismo y la PNL refieren al mismo punto: podemos conscientemente alterar la forma en que nos representamos internamente una situación, si bien no podemos cambiar las condiciones externas. Es decir, la base de nuestro poder personal y control emocional radica en reconocernos artífices de nuestra realidad interior.
Podemos cambiar las palabras con las que nos hablamos, la forma en que visualizamos internamente las imágenes e incluso el tono en que nos decimos las cosas. Cada pequeño cambio en estas llamadas «submodalidades» de nuestras representaciones internas, tendrá un impacto en las emociones que experimentamos al respecto.
Clave 5: relajación y placer
Todas las emociones negativas que experimentamos tienen sensaciones físicas displacenteras asociadas, y esto usualmente tiene un paralelismo con una corporalidad tensa, contraída y rígida. Cuando a través de diversas prácticas volvemos al cuerpo para abrirlo, relajarlo y expandirlo, la mayoría de las emociones pierden su intensidad asociada.
Algunas formas de lograrlo son: a través de los «escaneos corporales» del mindfulness (recorrer cada parte del cuerpo con atención e intención de relajación), o con estiramientos o rutinas de yoga, masajes, infusiones relajantes y cualquier otra práctica que estimule el sistema nervioso parasimpático, encargado de la relajación.
Las emociones como aliadas
Para concluir, es importante ver a las emociones como amigas, portadoras de una información valiosa. Muchas veces, la situación presente no justifica la intensidad de la emoción, en cuyo caso sabemos que es preciso ir a los orígenes de la misma, con algún método terapeútico. O bien sí es un claro indicador de una acción que debemos tomar en el presente.
De cualquier modo, aplicar los 5 principios aquí mencionados ayudará a que nuestros actos sean constructivos y no meras reacciones frente a una sensación desagradable. De este modo comenzamos a rectificar los viejos patrones de conducta y forjar otros nuevos orientados al disfrute, la felicidad y la plenitud.
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Escrito por Leandro Liptak
Coach profesional especialista en PNL